Me voy a dignar a escribir en este asunto que conmence hace apenas unos meses y que no quiero dejar pero que, tal vez la nueva dinámica que me envuelve me lleve a hacerlo, por lo menos es seguro (esta vez sí) (bueno eso parece, a la mera hora quien sabe) que no podré escribir con la misma frecuencia de antes. Intentaré hacer un mini resumen desde la última vez...
Sí me fui, decidí salir de la ciudad antes de que acabaran las vacaciones y fue lo mejor que pude haber hecho pues la pasé increible en compañía de una persona de la que sólo recibo y a la que sólo sé dar mucho amor (¿sin miel o con miel?).
Regresé al trabajo, bueno, mejor dicho a mi ex-trabajo. Sí, apenas a un mes y medio de haber entrado a mi ahora antigüo trabajo, me ofrecieron otra cosa mucho más jugosa, y a mí me gusta el jugo de naranja.
Y ahora subo un elevador todos los días hasta un noveno piso para esperar a que me entreguen un cargo al que nunca esperé llegar, del que tengo muchas dudas y con el que aprenderé muchisimo. Lo bueno que no soy acrofóbica (por aquello de las alturas estructurales y jerárquicas) ni aracnofóbica (por aquello de las arañas patonas, que ay mamacita, como hay de esas en el gobierno).
Y mientras me entregan el susodicho cargo, ademas de revisar N mil papeles de discursos politicos de mi antecesor que sólo me dan dolor de estomago, veo por el enorme ventanal que tengo a un lado a los pequenos mortales como hormiguitas tratando de llegar a algun lado.
Y mientras yo, voy que vuelo. Con su permiso. Disculpe usted la soberbia, pero qué queria si a una no le va bien, sino excelente.
Nota: la espera puede durar semanas, porque existe la burocracia y esto.
