La lluvia del gato que volaba en el agua pensaba que ella quería volver. Pero algo en el clóset sentado en la silla miraba la luz de los astros. Los restos de aquella corrían por todo el aire que rodeaba la mesa de polvo y fue entonces que él, disgustado por tan amable respuesta, le pidió que regresara a aquella tierra que nunca conoció pero que siempre había soñado.
El perico de la vecina escuchaba toda la conversación, cada vez que las pulgas se lo permitían; de hecho ya había intentado negociar con ellas para que no molestaran a sus objetivos. El sabía que de no hacerlo, sus sueños de toda la vida se cumplirían a cabalidad y ¿cuál era el caso?
Todo, dormía la paloma mientras su piel descansaba en la seda del crisol, aquel que le daría la muerte que tanto había anhelado.
Prefirió eso a preguntarse ¿y todo para qué? ¿De qué sirve? ¿Qué es lo que quiero? ¿Cómo voy a lograrlo? Y todas esas patrañas que le habían enseñado los de la palomilla de la colonia. Esa que nomás estaba para agarrar al primer abusado que pasaba.
¿Más café Licenciada?
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