jueves, 24 de julio de 2008

Honor a quien honor merece

Era una tarde infernal, con ese calor sofocante del verano en el norte del país. Como para no asomar la cabeza, mucho menos salir a la calle, mucho menos en moto.

Pero el azar del destino es más fuerte que el calor, y más cuando se trata de mitigar esas temperaturas. El aire de su casa no servía, le faltaba una pieza y decidió salir a comprarla. A pesar de las advertencias de su hermano, tomó su casco, su moto y salió en la búsqueda de la pieza. Cómo es el destino, minutos antes su hermano había estado a punto de morir, se había caído de la moto por esquivar a una mujer que cruzaba, su cabeza había quedado en las llantas de un trailer, logró zafarse antes de que el semáforo cambiara, logró escapar de la muerte, él sí.

Regresaba a casa con la pieza, sintiéndose bien por la buena acción del día. Por fin arreglaría el aire de casa de su madre, a ella le daría mucho gusto encontrar la casa fresca después de un día arduo en el hospital. No se fijaría en la demencia de su tercer esposo quien sufría de alzheimer, por un día pensaría sólo en lo reconfortarte de llegar a casa. Quería hacerla sentir bien, era un muchacho muy servicial, todos sus compañeros del hospital reconocían su vocación de servicio.

Pensaba todo esto mientras se dirigía a casa, tenía bien pensada la estrategia para colocar la pieza en su lugar, atornillar, prender, y sentarse en el sofá a contemplar su obra y a esperar a su madre. Pensaba también en la guardia que le esperaba esa noche, estaba preocupado por Mario, un paciente que había llegado tres días antes con una cirrosis muy avanzada. Esperaba que los doctores pudieran hacer algo por él y pensaba en cómo reconfortarlo, cómo inyectarle ánimos de vivir a un hombre con una vida llena de pérdidas. No se conformaba con la labor de cambiar las sábanas y las camillas, sabía que podía hacer algo más por ellos, los pacientes lo querían.

El semáforo cambió, deseaba llegar a tiempo para colocar la pieza y dejar todo listo a la llegada de su madre. Quiso rebasar un coche, no alcanzó, recibió un golpe por detrás, cayó de la moto, quiso levantarse, pensaba -estoy vivo-, era una vía rápida, todos tenían prisa, un coche le pasó por encima....

¿De quién es la culpa? ¿Del que le quitó la vida, del que lo golpeó, de la prisa, de sus pensamientos, de la pieza, del calor, de su padrastro, de su madre, de su hermano?

El destino sucede cuando todas las piezas se juntan en el momento preciso, ni antes, ni después.

Y ahora sólo nos queda verte en tu página de hi5, alegre como fuiste siempre, en ese lugar dónde pareciera que no cabe la muerte, ¿o sí?

Descanse en paz... R

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